Y
sólo si me sujetas al borde de tus labios, al infierno de tu mente delirante, a
tu frágil memoria y a tu pecho
embravecido; no me iré.
Tan
sólo si eres capaz de subyugar esta alma insaciable inquieta y errante, llena
del libertinaje provisto por el horizonte no conocido, entonces, me quedaré a
tu lado.
Tan sólo si pudieras cautivar el sueño que gobierna mis noches, aferrarte a
él como los niños hambrientos se apegan
al pecho de su madre, hacerlo tuyo,
devorarlo, cantarle canciones de esas; de esas que la gente canta por las noches, ah,
y si también lo acunaras como a hijo nacido de tus entrañas, te convertirías no
solo en lo que amo, sino también en lo
que soy. Pues habrás entendido la esencia
de mi alma y para que he nacido.
Me amarás entonces como lo que soy, no como tú quieres o pretendes que seas. Abrazaras
mi sueño. Entonces y solo entonces, seremos uno solo. Podrás amarme como se
aman los adolescentes en noches de inviernos, porque para entonces ya no necesitaremos
de espejos, de otra manera solo serás alguien que yo un día conocí.
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