Hace unos meses, leí "El Coronel no tiene
quien le escriba" de Gabriel García Márquez, bajo los efectos febriles de
conocer la estructura de composición, así como los recursos estilísticos utilizados
por este gran Escritor, quien sin duda alguna es digno representante de la
narrativa del Siglo XX y XXI.
Garcia Márquez declaró en una entrevista
televisiva que es difícil que no haya
una línea en todos sus libros que no tuviera su origen en su infancia. “Todo mi obra tiene su cantera en mi
infancia” afirma con vehemencia, por lo
que muchas de sus obras tienen un vínculo indivisible con su amada Patria.
El protagonista de esta obra es un anciano Coronel,
un tanto chiflado y aparentemente terco, que espera la llegada de su pensión siempre
demorada desde hace muchos años. La
angustia ante la espera, la miseria a la que se ve sometida, un cierto
misterio, gallardía y simpatía, se fusionan para hacer de esta obra, una
conmovedora imagen de los sentimientos personales. Resaltando como grandes
aspectos positivos: la perseverancia y
esperanza inmutable que posee
este hombre en medio de circunstancias adversas. Sin embargo, no quisiera
reforzar ideas ni líneas de pensamientos motivacionales referente a ello. Si
bien sabemos lo mucho que calienta el alma un abrazo y unas palabras que nos
ayuden a continuar en el coliseo de la vida; pero no es mi blanco en esta
ocasión.
Estoy plenamente convencido de la lucha diaria que enfrentamos,
los aprietos e inconvenientes que se presentan a la orden del día; insolentes,
equipados de una fuerza capaz de mudarnos el rostro y exiliarnos en un mundo donde se pone prueba nuestra esperanza y
nuestro coraje. Los nicaragüenses somos luchadores, y eso me encanta. Eso no
está en tela de duda, al igual que el Coronel esperamos pacientemente nuestro viernes, ese día que las circunstancias mejoren a
nuestro favor y al fin podamos recibir
el fruto de nuestro esfuerzo y la cosecha de nuestra espera. Y no está mal, así es la vida, es así como tenemos que vivirla,
debemos aceptarla con todos sus retos, dificultades; reír cuando tenemos que
reír y llorar cuando tenemos que llorar, pero nunca dejar de luchar.
Ahora bien,
el coronel, poseía un gallo, el cual era lo único que quedaba de su hijo
fallecido, y lo cuidaba sumamente de tal manera que estaba dispuesto a quedarse sin comer, con tal de alimentarlo
para que estuviera listo para la pelea que se habría meses después, y
obtener así algún ingreso. Unido a la
miseria, al desdén y al olvido, aun
cuando en algunas ocasiones no había alimento en casa, ni siquiera para una taza de
café, no congeniaba con su esposa con la idea de vender el gallo. El escritor Mario Vargas Llosa, le confiere a ese gallo,
cierta metáfora política, debido a la situación política que sobresale a medias
tintas en la narración de la obra, de cualquier modo, en algunas ocasiones nos
parecemos al coronel, o mejor dicho a un viejo obstinado y terco quien está
dispuesto a morirse de hambre, y ver como su esposa, quien padecía de asma, se
hundía en la amargura ,la incertidumbre, y la pobreza , y como si fuera de
menos , era estimada menos que un gallo.
La pregunta es la siguiente: ¿Que o quien es tu
gallo? A veces estas dispuesto/a a
privarte de algunas cosas, quizás hasta
te has descuidado de ti, les hablo aquellos que por x o y (equis o ye) razones han convertido
erróneamente a algo o alguien en una prioridad sin sentido, exigiéndose
esfuerzos descomunales, atravesando innecesariamente momentos de torturas ,
descuidando cosas más importantes; no olvides el gallo es de pelea, no es de
crianza meramente, eso o ese alguien por quien luchas tiene que pelear contigo,
no tiene que ser una carga nada más, y de ser alguien , debe corresponder
justamente a todos y cada uno de tus esfuerzos; debe de valorarlos.
Desgraciadamente para el coronel su gallo era más
importante que su esposa, la que con todos sus esfuerzos se preocupaba por
servir a la mesa en pan de cada día, y se tragaba lágrimas
de dolor generadas por aquel viejo desconsiderado que amaba más a su
gallo , que a la mujer que le había dado sus mejores años. Empecemos por
ordenar nuestras prioridades, luchar por aquello lo que vale la pena, es decir
por algo o alguien que haga méritos de tus esfuerzos.
Autor.-
Ian David Briceño Aguilar.