He perdido el camino dejándome arrastrar por los movimientos desordenados de las manecillas del reloj agobiando mi alma la que ensordece ante la necesidad de hablarte.
Te he buscado entre las sombras que se asoman al espejo de mi habitación, y solo he encontrado migajas de tu presencia: vanos recuerdos. Un vaso de vidrio en la mesa, un libro empolvado y una tanga con líquido pre seminal fue lo que me dejaste antes de tu partida.
Te buscaré aunque los vientos se entristezcan y los cielos se empañen, aunque la ciencia se acabe y los juicios se aproximen. He de buscarte aunque las mentes de derrumben ante la burda y despeada mentira del futuro incierto que carcome el silencio del hambrientos y la congoja de los menesterosos.
Te buscaré en medio de mis vicisitudes, entre las grises y claras auroras que desaparecen al escuchar de tu nombre, en la arrogante luna y en soberbio sol. Te buscaré sin esperar nada a cambio, volando en las páginas agrietadas por el olvido, en los números de líneas, en los tamaños en las columnas en los saltos y en los bordes, donde quiera que tu almanaque haya saciado su ambición, te buscare.
Te buscaré con miedo a encontrarte, con los ojos inquietos y con la súbita esperanza de que algún día pueda encontrarte.
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