A Franchesco Alaniz.
Amigo espero que te guste, se que te sentirás muy identificado.
Como peregrino iluso y esclavo que besa sus cadenas te he amado con la consternación de mi alma, con el dolor que besa mi frente, y con la rabia que se anida en mis mejías. Me entregue sin pensarlo y sin conocerte, sin saber que amarías con desprecio, con la locura de tus manos con la durezas de tus palabras, mismas que agitaban cada fibra intima de mi ser. Era tu ceño fruncido la señal de tu inmenso amor, el que me hacía sonreír y desfallecer al mismo tiempo. He cargado injustamente todo este tiempo con la culpa de quererte, la impotencia de no poder mirar a los lados y enamorarme nuevamente. Si de algo soy culpable, es de amarte desmedidamente cuando tú eres libre como pensamiento y hoja que se lleva el viento. Cúlpame de quererte cuando lo necesitabas, de llamarte cuando me ignorabas y de buscarte cuando yo no te importaba.
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