Creo en
el Hijo a quien nunca he visto jamás, en cuál es la imagen visible del Padre, a
quien ningún mortal ha visto jamás.
Creo en
los cielos grises y con ellos llegada de la vivencia real y no fingida de los
más tristes sentimientos que pueden abrigarse en el alma.
Creo en
lo efímero y en lo eterno.
Creo en
el amor que se manifiesta tanto en la tristeza como en el dolor
En el
amor sincero pero no correspondido.
En el
amor loco, enfermizo y exagerado.
En la Fe
que mira más allá de lo que no se ve.
En la
esperanza aguardada que alimenta los corazones.
En los
ángeles que nombramos Amigos.
En el
sexo lenguaje corporal del Amor, y las lagrimas el lenguaje mudo del alma.
En los
besos desmesurados que te despojan de toda palabra.
En las
verdades que hieren y no en las mentiras que satisfacen.
Creo en
las penas embotelladas que se venden en las cantinas de mi barrio.
En los
ásperos adioses y no en las falsas bienvenidas cargadas de sonrisas congeladas.
Creo en
que una pizca de voluntad logra más que una bolsa de dinero, que el silencio
puede ser nuestro mejor grito.
Que lo
perfecto a veces no es suficiente y lo suficiente no es meramente perfecto.
Que la
vida es blanca o negra y no necesariamente rosa.
Que los
golpes de la vida son lecciones que si no los aprendemos a la primera, ella no
los vuelve a repetir.
Que caer
es tan necesario como levantarse.
Que para
ser feliz también debemos de ser fuertes.
Creo en
ti, en mí, en ellos, en nosotros.